Juan caminaba con soltura por el parque, mirando a todos pasar y se preguntaba ¿Cómo pueden todos estar tan felices?, los niños jugando con sus pistolas de burbujas a lo lejos, uno más acariciando a su perro, el padre correteando al hijo mientras reían a carcajadas. Él creía que todos eran felices pues era una imagen maravillosa la que contemplaba, pero para Juan la vida no le sonreía tanto, decidido a cambiar esa idea se sentó bajo un árbol sobre el césped húmedo y frío. Pasó el rato y a Juan le pesaban los ojos pero algo no lo dejaba descansar y pensaba que alguien lo observaba, al girar la vista hacia atrás se percató que un pato estaba a su lado y que éste traía en su pico una especie de papel, parecido al pergamino. Con una cara tierna, el pato le ofrecía dicha hoja, Juan con duda lo tomó, abrió el pergamino y solamente encontró una palabra, algo confusa “CUAC”, aunque muy lógica para provenir de un pato; al regresar la mirada al pato, éste con una mirada penetrante en Juan sólo hizo… ¡cuac!. Juan saltó de su lugar y cayó en el césped; al reponerse buscó al pato pero este ya no estaba, pero el pergamino seguía en su mano.
Al recuperarse se preguntaba qué fue todo eso, el no entendía el por qué de esta palabra. Enojado y confundido se encaminó a buscar una solución a todo esto y qué mejor que preguntarle a su compañera de cuarto Ana, una linda chica, inteligente y maestra en historia. Ana escuchaba atenta y sorprendida, al terminar, Ana le dijo a Juan que esta no era la primera vez que escuchaba una historia así; investigaron en Internet y descubrieron un página de una persona que se dedicaba a reunir historias parecidas y para sorpresa de los dos no era la primera vez que esto pasaba. Wilbert, un economista estadounidense contó la misma historia y su vida cambió bruscamente; él era infeliz por la muerte de su mujer y todo le salía mal; al recibir el pergamino comenta que su vida se volvió pura felicidad, sus amigos incrementaron, consiguió un puesto en la bolsa de valores y ahora su vida es plena. Wing Chang un joven Japonés egresado en Ingeniería, intentó suicidarse dos veces y a su tercera vez tuvo la aparición de ese pato, ahora es maestro del campus mismo donde estudió y tiene 2 hijos. Corine de Alemania, sufría de ansiedad y tristeza por el trato que llevaba de pequeña con su familia, en un diciembre recibió al pato y actualmente es fundadora de una empresa familiar que se encarga de crear y mandar obsequios en fiestas y celebraciones.
Todas estas historias tiene que ver con lo que me pasó lo sé, pero por qué a mi, yo no tengo esos problemas tan fuertes como estas personas, comentaba Juan a Ana, yo no nací sin familia, ellos me quieren mucho, yo no tengo ganas de suicidarme o soy infeliz.
No lo sé Juan, tal vez te llegó por algo, no sé, pero deberías de pensar que hacer con él.
Juan confundido le agradeció a Ana por la ayuda y regresó al parque - a lo mejor me encuentre al pato de nuevo- pensó. Sentado en el mismo lugar en que lo encontró, analizaba el pergamino, no encontraba nada que tuviera escrito en alguna otra parte. Al pasar del tiempo el cielo comenzó a nublarse y se veía nubes grises y negras.
La lluvia me alcanzará si no me voy de aquí, dijo Juan para sí, corría bajo la lluvia muy aprisa intentando que el pergamino no se mojara pero no pudo controlarse a si mismo y se tropezó con una zanja; el pergamino voló lejos de él y cayó dentro de un charco, Juan se levantó apresurado y corrió por el pergamino. Al llegar, Juan observó el pergamino y de éste unas letras comenzaron a aparecer; estas decían: “Cuando algo sale mal simplemente espera, la calma llegará y todo estará de nuevo seco, CUAC”.
Pero qué rayos es esto, comentaba Juan, por qué dirá seco y de nuevo ese tal CUAC, mejor lo voy a secar. Juan, al llegar a su casa todo mojado por la lluvia, se cambió de ropa y sacó del baño una secadora de cabello que Ana había dejado ahí; al comenzar a secar el pergamino nuevas letras aparecieron y en ese momento Juan comenzó a llorar como nunca lo había hecho, pero estas lágrimas no eran de tristeza sino de alegría, - tengo que empezar a quererme a mi mismo ¡eso es! – al momento, Juan salió corriendo feliz por la calle y a todos les gritaba ¡ya entendí, los amo!, ¡A todos!, ¡Gracias!, ¡CUAC!, ¡CUAC!, ¡CUAC!, ¡CUAC!, ¡CUAC!, ¡CUAC!, ¡CUAC!.
El pergamino decía:
La tranquilidad llegará después, debes aprender a quererte Juan, recuerda, CUAC
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Simplemente espero que todos los términos del pergamino se cumplan en algún momento. Saludos.
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